Si de algo podemos presumir es de que nuestros días no están siendo para nada aburridos o monótonos. Puede que estemos teniendo contratiempos que hacen que ciertas situaciones terminen de manera catastrófica, pero a la larga todos ellos constituirán las anécdotas más interesantes y de las que más nos reiremos en un futuro. Lo positivo es que estamos aprovechando el tiempo al máximo, como si los estadounidenses compraran el tiempo para tener más ocio. De etsa manera, a las 21:30 tenemos la sensación de que son las 23:30 o las 0:00, y sólo hay ganas de volver al hotel.
De vuelta al hotel nos encontramos con los hijos pródigos, Charly y John, que habían vuelto de Washington. Lejos del emotivo reencuentro que nos esperábamos, nos recibieron con un "¡Sois unos incompetentes!", entre otras cosas por habernos dejado abierta la ventana del hotel, con el riesgo que conlleva al hallarse en un primer piso. Sorprendidos con la cara de Luke, nos pusimos a contar nuestras anécdotas durante los dos días que habíamos estado separados. Ellos, por su parte, nos enseñaron las fotos que habían hecho en la capital, muchas de ellas con un alto grado de contenido explícito que nunca podrán ser subidas al blog por la variedad de público que lo lee. Los que conocéis a Charly os podéis imaginar qué clase de fotografías son.
Nueva York da para mucho más que dos días, pero podemos asegurar que hemos visto los atractivos principales que nos ofrece la ciudad a golpe de talonario con taxis de norte a sur de la ciudad. Por fin conocimos el lado amable de los taxistas de camino al ferry para la Estatua de la Libertad, con el que nos distendimos en la hora punta neoyorquina hablando de fútbol, de España, de su New Jersey natal, del dolor compartido en los atentados del 11-S y el 11-M y de lo que Estados Unidos opina de Obama. El tipo se enrolló lo suyo al parar el taxímetro cuando íbamos a un kilómetro por hora.
La isla de la Libertad, donde se encuentra la famosa estatua, no es el único aliciente que tiene el viaje en ferry. A su lado se encuentra la isla de Elly, donde hasta los años cincuenta estuvo funcionando la oficina de inmigración de los inmigrantes que llegaban a la tierra prometida en barco, donde una estatua les alumbraba el camino con una antorcha pero, al igual que hoy día, no les garantizaba un hueco entre los suyos. La audioguía del viaje te narraba las experiencias de casos concretos, experiencias de este pabellón conocidos posr unos y otros como la sala de la esperanza y la sala de las lágrimas. En sus paredes se podían ver inscripciones de personas que contaban las horas antes de la resolución final, alguna de ellas de origen español.
De vuelta a la realidad y quemados por el sol del mini crucero, recorrimos los puntos más conocidos del downtown y el sur de Manhattan, tales como el toque de huevos al toro de la Bolsa, el edificio de Wall Street, el puente de Brooklin y el Ayuntamiento. En la Zona Cero del World Trade Center podríamos decir que no había un silencio palpable en el ambiente, pero sí una tranquilidad que no había en el resto del distrito. Casi diez años después de la catástrofe hay heridas que no han terminado de cicatrizar, a pesar de estar levantándose los nuevos cimientos que ocuparían ese vacío en el centro de la ciudad. Eran las cuatro de la tarde y estábamos a unos diez kilómetros de la web cam que encontramos en Times Square y por la que habíamos prometido aparecer para mandar un saludo a los nuestros; nos quedaba medio día en la Gran Manzana y queríamos sacarle todo su jugo antes de nuestra partida.
El último punto importante que queríamos ver se encontraba precisamente en la otra punta de la ciudad: Central Park. Resultaba utópico querer ver el parque en todo su esplandor cuando estaba empezando a ponerse el sol, así que optamos por alquilar unas bicicletas. Un joven chino sonriente nos ofrecía unas por quince dólares la hora. Resultaba un precio bastante atractivo, aunque cuando nos metió por una calle y vimos que su oficina era una furgoneta mal aparcada con unos cuantos negros dentro, no nos dio muy buena espina el negocio. Efectivamente, las bicicletas estaban hechas una porquería: fallaban los frenos, el cambio de marchas, el sillín no se podía regular... el paseo por Central Park se antojaba un tanto arriesgado. Luke se encargó de grabar nuestra travesía por las verdes sendas. Todo iba bien, silbando la melodía de Verano Azul y comprobando lo maravillosa que podía llegar a ser la vida, pero en una pendiente pronunciada, Luke, con una mano ocupada por la cámara, frenó con la rueda delantera y salió volando antes de caer de manera estrepitosa, besando el suelo como hacía el Papa antaño. A pesar de lo aparatoso del accidente y la sangre, Luke sólo sufrió heridas que no revisten ninguna gravedad. La única muerte que hay que lamentar es la de la cámara de video, que se rompió en mil pedazos y supuso el fin de nuestro ansiado documental sobre la Ruta 66. En un principio Luke se negó rotundamente a ser fotografiado para subir su imagen al blog con vistas a no preocupar a nadie. Si nuestra palabra sigue teniendo valor alguno a día de hoy, podemos a segurar a todos sus familiares y conocidos que es más aparatosa la apariencia de lo que realmente es, y que cuando vuelva a casa llegará hecho un pincel.
De vuelta al hotel nos encontramos con los hijos pródigos, Charly y John, que habían vuelto de Washington. Lejos del emotivo reencuentro que nos esperábamos, nos recibieron con un "¡Sois unos incompetentes!", entre otras cosas por habernos dejado abierta la ventana del hotel, con el riesgo que conlleva al hallarse en un primer piso. Sorprendidos con la cara de Luke, nos pusimos a contar nuestras anécdotas durante los dos días que habíamos estado separados. Ellos, por su parte, nos enseñaron las fotos que habían hecho en la capital, muchas de ellas con un alto grado de contenido explícito que nunca podrán ser subidas al blog por la variedad de público que lo lee. Los que conocéis a Charly os podéis imaginar qué clase de fotografías son.
Cada grupo a su manera, habíamos exprimido nuestra energías al máximo. El resto de la noche lo invertimos de manera práctica en buscar el hotel del día siguiente en Boston. Decidimos comprar entre los cinco una videocámara digital nueva que fuese económica y revenderla en el Cash&Converter a nuestra vuelta a España. Hay cosas que merecen la pena y que se hacen sólo una vez en la vida, y un buen recuerdo en formato DVD será para siempre. A pesar de no haber terminado de la mejor manera posible, hoy ha sido un gran día y lo celebramos los cinco juntos con una buena noticia: la maleta de Charly -por fin- ha aparecido.
DATOS DEL VIAJE:
- Ferry para ver la Estatua de la Libertad: 12$, 20$ con audioguía.
- Alquiler de bicicletas en Central Park: 15$/hora.
5 comentarios:
feliiciiidades por encontrar tu maleta Charlyy!!Luke mejorate...si esk os pasan unas cosas jajjajaj!un besazoooo
Sandra(Sacra)
FAMILIA CHUSI
¿ESTAIS BIEN TODOS? CUIDAROS MUCHO LOS UNOS A LOS OTROS Y DISFRUTAR MUCHO DE ESTE VIAJE QUE SERA GRABADO A FUEGO PARA EL RESTO DE VUESTRAS VIDAS.
P.D. NIÑO TE QUIERO, TODOS LOS DIAS NOS ACORDAMOS DE TI.
ME ALEGRO QUE APAREZCA LA MALETA Y ESPERO QUE LUKE ESTE MEJOR.
A DISFRUTARRRRRRRRRRRRRRRR.
un viaje interesante si señor,al final k 4 ruedas teneis?aber k tal el dia de oy,suerte capullitos de mar
ENHORABUENA POR EL BLOG,ESTA SUPER CURRADO HAY MUCHOS QUE LO LEEMOS A DIARIO. LUQUE MEJORATE ESPERO QUE NO TE DUELA MUCHO UN ABRAZO PARA TODOS (FAMILIA CHUSI)
Una cosita: sois conscientes de que el sistema de video yanki (NTSC) y el europeo no tienen nada que ver no??? Os lo digo para vender la videocámara más que nada. La imagen la podeis convertir con uno de los mil programas que hay para eso y podréis disfrutar de la aventura en diferido, pero luego, si os la quedáis, necesitais DVD para PAL (USA,ASIA...) y lo mismo en el cash os la pagan a precio de puta....
Anita
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