Locos en Arizona


Hay algo que tendría que señalar y quizás no lo haya hecho, y es que estamos viendo demasiadas cosas en poco tiempo. Cuando digo demasiadas no me estoy refiriendo a que estemos cansados de ver cosas y lugares nuevos; de hecho, la sobredosis de sensaciones e impresiones que estamos padeciendo podría tacharse de cuasi-orgásmica. Cuando digo demasiadas me estoy refiriendo a que Estados Unidos es un continente de contrastes, y desde las llanuras más verdes de Massachusets hasta los desiertos más áridos de Arizona son cosas que no se pueden pasar por alto ante la belleza de los mismos; son tantos "imperdibles" en la Ruta 66 y aledaños que intentamos abarcarlos todos y no podemos dedicarle a cada uno el tiempo que necesita.

A eso de las ocho y media de la mañana, Sabina sonaba en el móvil de Luke -y eso que recomiendan no poner tus canciones favoritas en el despertador para no cansarte de ellas- con la finalidad de amenizar esos minutos críticos en los que no sabes si levantarte o quedarte media hora más en la cama. No es que hayamos perdido la ilusión del viaje; es que el palizón que le estamos metiendo a nuestra alma no tiene adjetivos para definirlo. Definitivamente pasamos hora y media más compartiendo la tradición que alberga el hotel y salimos poco más allá de las diez. Al igual que el día anterior, separarnos de la 66 significaba visitar tres lugares de renombre a una distancia considerable los unos de los otros. Unos 750 kilómetros de día, para ser más exactos.

Nuestros primeros pasos torpes se dirigieron al Four Corners, mítico punto americano donde en una esquina tienen frontera hasta cuatro estados: Arizona, Colorado, Utah y Nuevo Mexico. Situado en todo el centro de una gran reserva de indios navajos, resulta sorprendente darse cuenta de la incongruencia de su filosofía de vida: exponen firmemente que la Tierra es de todos y a la vez de nadie, que las fronteras no existen y que no somos dueños de nada, pero antes de llegar al recinto te cobran tres dólares por pasar a una especie de patio en el que te puedes hacer una fotografía pisando los cuatro estados a la vez. Ésta era la primera vez en toda la aventura en la que nos sentíamos plenamente engañados; raro es que nos pudieran hacer algo peor.


A lo largo del recinto se extienden puestos de los indios donde venden variados productos artesanos y recuerdos de tan singular lugar. Es como una especie de mercadillo pero, una vez que ves un puesto, ya los has visto todos, pues vendían prácticamente los mismos productos y los precios variaban conforme avanzaba la visita. Tampoco tenían muy buena vista para los negocios; lo más lógico sería aunar todos los puestos en una tienda en condiciones, pues el visitante acaba cansándose y pasando de seguir viendo el mismo puesto en distintas localizaciones y con ligeras variaciones.

Aún encontrándonos en pleno desierto, hemos de reconocer que hemos vivido situaciones de temperaturas mucho mayores a las de este día, condiciones verdaderamente extremas que creíamos que iban a ser superadas con creces este día. Íbamos a comprar una garrafa de agua para refrescar al Pegaso durante la travesía, pero con el tiempo vimos que tampoco merecía la pena. El desgraciado prefería beber de lo caro, y actualmente estamos saliendo a 100 dólares diarios para alimentar al purasangre; chupa más que el amor.

Si por la ciudad es fácil perderse ante la grandeza de las metrópolis Made in USA, por el desierto no cambia la cosa, produciéndose una incertidumbre permanente sobre el punto exacto en el que te encuentras. La única ayuda que el viajero puede encontrar es la denominación de la carretera en la que se encuentra mediante los carteles informativos. A pesar de todo, las distancias parecen más cortas a golpe de mapa que en la vida real, por lo que nuevamente la incertidumbre se instala en uno al no saber a ciencia cierta en qué punto de la carretera en cuestión se halla. Ante ese estado de pánico momentáneo producido por el paisaje desolador -pero no por ello feo- y el calor imperante, suelen surgir voces fruto de la intuición másculina -esa prácticamente infalible, aunque los tópicos digan lo contrario- que sugieren tomar el camino de la derecha cuando el correcto es el situado a la izquierda. Ese injusto fallo teniendo un 50% de posibilidades de acierto ha sumado a nuestro itinerario unas 50 millas más de recorrido, lo que nos hace falta en esta etapa del viaje de vacas flacas.

Las estaciones de servicio en estas tierras suelen estar a grandes distancias las unas de las otras, por lo que también conviene calcular si llegarás con suficiente gasolina al próximo check point o recargar el motor en caso de duda urgente. Las estaciones de servicio de estas gasolineras suelen ser bastante grandes, y algunas tienen pequeños restaurantes en los que te venden la misma comida basura que el resto, pero que es recibida con un alto grado de aceptación al conocer de primera mano que la estación siguiente se encuentra a una hora del punto presente. Tras una comida frugal a precio de coste, marchamos convencidos a Monument Valley. El majestuoso conjunto de rocas que está en gran parte de las postales más conocidas de Estados Unidos se encuentra rodeado de cadenas montañosas similares en las que únicamente hay presencia de vida salvaje, lejos de la mano del hombre. Pasear por estos lares con los Dire Straits de fondo te hacen sentir pequeñito ante la inmensidad que se despliega y uno horizonte que no esconde el final de la carretera, sino las partes sucesivas de la misma sin saber dónde se encuentra su final. El escaso tráfico se concentra a ambos laterales de la carretera, donde fotógrafos de prestigio junto a aprendices de la técnica se juntan para retratarse con sus más queridos o lanzar una foto al aire, ya que no hay rincón que no sea digno de ser fotografiado. El silencio impera en kilómetros a la redonda, y son situaciones así las más propicias para escuchar la voz de tu interior como no lo podías hacer en el corazón de Times Square, por poner un ejemplo. Para ninguno de los cinco pasó desapercibida la travesía que estábamos llevando a cabo. Luke advirtió de que también cobraban por acceder al Monument Valley, pero me pareció desmesurado pensar que fueran a poner lindes a la naturaleza única y exclusivamente con afán recaudatorio. Nos fuimos de aquel maravilloso lugar sin sacar la cartera del bolsillo, pero un servidor no se fía y está convencido de que alguno de los caminos que se podían emprender sería de pago si así lo anunciaban las guías de Estados Unidos.



Queríamos ver el Bosque Petrificado y el Desierto Pintado, pero por primera vez en el viaje descubrimos hasta dónde somos capaces de llegar y comprendimos que no se puede estar en dos sitios a la vez ni abarcar mucho y avanzar más. Hay limitaciones que son inalterables y te ayudan a tomarte las cosas con más calma y a no frustrarte si finalmente no llegan.

El camino de vuelta era un poco más desolador si cabe: perros y coyotes muertos en los laterales de la carretera conformaban el comité de bienvenida a unos pueblos sin nombre que se establecían a centenares de pies de la carretera, únicamente unidos por la estética de Far West característica de la región. El punto crítico tuvo lugar cuando un caballo desbocado cruzó la carretera poco antes de que pasara yo al volante. El ejemplar se encontraba en el arcen contrario de la vía y, al carecer de sentido común, cruzó para encontrarse con sus compañeros sin esperar a que pasara el peligro. Fue ver al Pegaso y lanzarse contra él. En una maniobra conseguí esquivarlo, pero el susto se quedó patente durante las siguientes horas.

Finalmente, poco después de las diez de la noche, conseguimos llegar a Holbrook, a pesar de que el GPS nos había llevado por un camino 50 millas más largo. No llegamos a tiempo para alojarnos en el mítico Motel Wigwam, compuestos por tiendas indias y coches clásicos que llaman la atención a todo visitante de la Ruta 66. A cambio conseguimos un motel en la misma calle, donde tenemos alojamiento para los cinco por menos de diez dólares por barba. Es el motel más cutre que hemos estado nunca, con habitaciones oscuras y vistas a la vía de un tren que pasa cada media hora tocando una atronadora bocina, pero nosotros no le hacemos ascos. Firmaríamos encantados si a partir de ahora todos los hoteles del camino nos costaran lo mismo; a estas alturas nuestra economía empieza a resentirse seriamente y Charly recibirá mañana un chute de dinero en metálico procedente de España.

DATOS DE INTERÉS:

- Entrada al Four Corners: 3$.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Qtal familia!! Leyendo estas líneas me hacéis sentir como un llanero solitario con mi caballo de color manchado, sin duda sois unos privilegiados en estos momentos al estar allí, os deseo lo mejor en lo que os queda de camino y por favor recordar en traerme dos barajas de poker con distintivo de las Vegas y dos fichas del casino, yo os lo pago a la vuelta, un abrazo enorme a todos y al sherrif Johsse Cawello Wola ;)

Anónimo dijo...

El anterior mensaje lleva la firma de Alberto Esteras, saludos Wey

isa (xusi) dijo...

Que guay, ahora en el desierto,me dais mogollon de envidia, disfrutar del viaje a tope;¿Estais todos bien?.vais a venir a España y no os vais a mover en unos dias je,je.
Bueno que me encantais,cuidaros y disfrutaaaaaaaaaaaar!!!

erikaaaa dijo...

alaaaaaa lo del caballo desbocado me ha dejado flipando!! jajaja que salvaje!!
y lo de los indios que guay!! vaya paliza os estais metiendo no?? bueno jose, y demas familia, espero que sigais dandole tanta traya que teneis que aprovechar ya que estais, un beso muyyyyyy grande
PD: lo de los perros y collotes muertos era algo que no necesitaba saber jo :(

Chema dijo...

Hola chicos!Ya hace un par de días que no escribís...ocurre algo? Suerte y disfrutad todo lo que podáis!!!

Chema, alumno del Pablo Sarasate

Anónimo dijo...

Heee que pasa que no hay nada de nuevo por E.E.U.U. jejejeee espero esteis bien vale cuidaros mucho y saludos a todos !!!
AAaAaaaaSSRRRCHH !!!!><><><>< LUIS ><><

Anónimo dijo...

Heyyyy, ¿¿¿¿qué pasa por ahííí????, ¡¡¡queremos más capítulos!!!

Publicar un comentario

Seguidores en el mundo

Visit http://www.ipligence.com